Sanz Briz, el Ángel de Budapest  

publicado por Brigo dentro de ,


La segunda guerra mundial fue uno de los momentos más desastrosos de la historia de la humanidad, y especialmente cruel para gran parte de los europeos, los bombardeos sobre ciudades estratégicas, enfrentamientos en los frentes de batalla y la persecución de determinadas minorías a causa de determinadas ideologías hicieron que se viviera la peor de las guerras de los últimos siglos.

España, destrozada por una intestinal guerra, la cual sirvió en parte como campo de pruebas de todas aquellas armas que iban a ser empleadas posteriormente en el resto del continente, no tomó parte en esta nueva guerra, al menos no de manera oficial.

Budapest durante la segunda guerra mundial

Pero en mitad de todos estos despropósitos había un grupo de personas que no se dieron por vencidas y consiguieron llevar a cabo medidas que hicieron que miles de perseguidos por el holocausto salvasen sus vidas y muchos de ellos hayan llegado hasta nuestros días. Por todos es conocido el caso de Schindler, que logró salvar del genocidio a unos 1200 judíos, o Giovanni Palatucci un policía italiano que destruyó la documentación de unos 5000 refugiados judíos, los cuales probablemente habrían sido llevados hasta Alemania y hubiesen corrido la misma suerte que millones de judíos (juzgado y condenado a morir por ello) ; y por último el español Ángel Sanz Briz.

Sanz Briz fue un diplomático español al mando de la delegación española en Budapest, contaba con tan solo 32 años cuando fue destinado a esta ciudad para encargarse de los negocios que los empresarios españoles pudieran tener en la zona.


Sin dudarlo, al ver las barbaridades que se estaban cometiendo, Ángel comenzó a trabajar para que una gran cantidad de judíos fuesen enviados hacia los campos de concentración alemanes; entre sus primeras medidas está la de conceder documentación española a judíos sefardíes (inicialmente un reducido grupo de 200), y gracias a una estratagema (una ley de Miguel Primo de Rivera, aprobada en 1925 y derogada 6 año después) consiguieron engañar al gobierno húngaro (manejado por los invasores alemanes) para que fueran llevados a ligares seguros y evitasen así las posibles vejaciones y su posterior exterminio que habrían sufrido de no ser por la intervención del diplomático.

“Las doscientas unidades que me habían sido concedidas las convertí en doscientas familias; y las doscientas familias se multiplicaron indefinidamente merced al simple procedimiento de no expedir documento o pasaporte alguno con un número superior a 200”

Abrió varias “delegaciones” españolas, alquilando edificios tanto con el dinero de la embajada como con el suyo propio obteniendo ayuda de Giorgio Perlasca (comerciante italiano que se hizo pasar por cónsul español), en estas delegaciones se tramitó los papeles para concederles a un grupo de alrededor de 5200 judíos la protección especial, de los cuales tan solo 200 eran de origen sefardí, y por tanto la gran mayoría no tenían derecho a esta protección.

Con la liberación del país en 1944 el gobierno decidió trasladar a Austria a Sainz Briz, durante un periodo de un año logró salvar la vida a miles de judíos. En reconocimiento a tal labor le fue concedido el título de “justo entre las naciones” que concede el museo del holocausto de Israel. Asimismo fue reconocido con la colocación de una placa en un parque frente a una de las casas empleadas para el refugio de estos judíos.

Homenaje de los zapatos, en reconocimiento por todos los judíos que no sobrevivieron al exterminio, Budapest.



1 comentarios

La labor de los diplomáticos españoles en este período fue realmente impecable. La historia de Sanz Briz fue una heroicidad que sigue pasando desapercibida. Mi primer acercamiento a este tema fue por propio interés personal, visitando la sinagoga de Madrid; allí se encontraba, hace aproximadamente un año, una exposición "Visados para la libertad", sobre los diplomáticos españoles patrocinada por la Casa Sefarad (Ministerio de Asuntos Exteriores). Quedé absolutamente impresionada: nunca había oído hablar de ello, ya no digamos en las clases del colegio, ni siquiera durante la carrera (Licenciatura en Historia). Junto a Sanz Briz me gustaría recordar a otro de aquellos diplomáticos que arriesgaron su piel para salvar a otros. El cónsul en Grecia, Sebastián Romero Radigales que, según parece, una noche llegó a salir en pijama y ponerse delante de las vías y llegó a parar un tren a un campo de concentración nazi. Las cosas no le salieron tan bien como a Sanz Briz. En Grecia ya se habían producido las deportaciones de Tesalónica (de miles de sefardíes) y aunque´se esforzó por desplazar y proteger a muchos en Atenas, la mayor parte terminaron siendo deportados al infierno de Bergen-Belsen. Y todo esto que nos horroriza, que nos negamos a pasar por alto y que debemos conocer nos sitúa hoy en una posición de responsabilidad en cuanto a la tan comentada 'memoria histórica'. Porque aquí también hubo atrocidades y no se puede mirar para otro lado. No es asunto de rencor: se trata simplemente de reconocer lo que sucedió, contar el otro lado de la verdad.
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